Un diácono en la pastoral rural
Son muchas las experiencias que en torno a la Solemnidad de todos los Santos se dan. Aquí te contamos brevemente la de uno de nuestros diáconos que combinando la pastoral urbana con la rural, intenta dar testimonio de lo que cree y vive.
Se acercaba la celebración de la Solemnidad de todos los Santos y la Conmemoración de todos los fieles difuntos – tan concurrida y multitudinaria como todos los años en nuestras iglesias y cementerios – y tocaba organizarse para acompañar y colaborar en la ingente tarea pastoral que tiene encomendada el equipo sacerdotal- Juanjo, Miguel y Sebastián- de la unidad pastoral de Cangas de Narcea, Degaña e Ibias. En alguna ocasión, había escuchado a algún cura rural referirse a estos días con el calificativo de “maratón de todos los Santos y difuntos” y ciertamente, vista la experiencia, no le faltaba razón.
Aunque como diácono transitorio destinado a esta unidad pastoral ya había ido conociendo esta realidad rural desde el comienzo del curso, la multitud y frecuencia de las celebraciones y responsos de estos días iban a poner a prueba, sin duda, nuestra capacidad de resistencia física y nuestra fortaleza interior. Con total confianza en el Señor que guía nuestros trabajos y nuestra entrega le ofrecía el cansancio y los desvelos de estas jornadas. Además, teníamos la fortuna de contar con la ayuda de los seminaristas durante el día de todos los Santos. Para muchos de ellos seria la primera ocasión en dirigir una celebración de la Palabra o rezar un responso en la iglesia o en el cementerio. Sentir sus nervios, emoción y alegría ante este nuevo reto que enfrentaban y ver su disposición, entrega y amabilidad que, en ningún momento flaqueó, me animaba, más si cabe, a responder con generosidad.
Sisterna, Tormaleo, Limes, S. Cristóbal, Berguño, Degaña, Cerredo, Porley, Posada de Rengos, Vega lagar y S. Damías fueron las localidades y parroquias que me tocó acompañar. En algunas de ellas me asistió Mario- seminarista venezolano de 2ºcurso- que predicó por primera vez en la Parroquia de Porlé, con templanza, cercanía y unción. Me conmovió el respeto y silencio de las familias en los cementerios durante el responso ante las tumbas de los suyos. Todos- creyentes o no- percibían que estábamos en un lugar santo, congregados en torno a los nuestros, recordando el tiempo vivido juntos y rogando a Dios por su eterno descanso y porque un día podamos compartir la vida del Reino prometido por Jesucristo.
Dos imágenes con resonancias bíblicas llamaron mi atención durante la oración en el cementerio. Los nichos y panteones tenían la inscripción que identificaba a la familia del difunto en el pueblo “casa Cosmen, casa Omaña, casa Flórez…”. Recordé de inmediato el diálogo de despedida de Jesús con los apóstoles (Jn 14,1-4). Los creyentes tenemos la certeza de que en la casa de nuestro Padre hay muchas estancias y que Jesús nos tiene preparado un sitio para cada uno de nosotros. Superaremos así nuestra pertenencia temporal a una casa aquí para abrirnos a la morada definitiva en la casa del cielo.
La segunda imagen que ha quedado grabada en mi memoria fue la belleza de algunos de los cementerios en lo alto de los pueblos rodeados de viñedos. Pareciera acaso que nuestros hermanos difuntos como sarmientos quisieran permanecer unidos a la vid verdadera que es Cristo (Jn 15,1-7). Ellos siguen dando fruto abundante con su intercesión en favor de sus seres queridos familiares y amigos. Tampoco les faltará nuestra oración para que el Señor perdone sus faltas con la esperanza de encontrarnos y reconocernos un día en la bienaventuranza eterna. Finalizamos así estos días intensos de tarea pastoral y oración reconociendo una vez más que somos siervos inútiles y que no hemos hecho sino lo que teníamos que hacer. (Lc 17, 10).
D. Alfonso López García
Diácono adscrito a S. Pablo de la Argañosa (Oviedo) y a la Unidad Pastoral de Cangas de Narcea, Degaña e Ibias.